Foto gentileza de Miquel Baidal que se acordó de mi "turismofobia" mientras paseaba por el Gótico
Debo asumirlo cuanto antes. Vivo en el corazón de un parque temático. Vivo como Mickey Mouse en el castillo de Disneyland pero sin cobrar, sin mansión y sin fuegos artificiales. Vivo rodeada de tiendas de souvenirs repletas de cosas tan útiles como sevillanas con la camiseta del Barça o jarrones en forma de la Sagrada Familia. Vivo rodeada de restaurantes con cocineros paellicidas, tapas momificadas y sangrías radiactivas a precio de riñón. Vivo rodeada de Irish pubs, uno por cada 8 habitantes, con acceso restringido a los autóctonos. Vivo rodeada de negocios clónicos que se comen a los comercios de barrio. Y, por supuesto, vivo rodeada de hordas de turistas. Sólo un pequeño detalle: a diferencia de los parques temáticos, en Barnaland no hay baños cada 25 metros. Así que vivo en un parque temático meado. Menos mal que no es de cartón piedra.
Por las calles deambulan turistas de todo tipo y pelaje, nacionalidad y coeficiente intelectual. La mayoría, a juzgar por los hechos, viene a liberarse de las horrorosas represiones que sufren en sus países. Por eso aprovechan las vacaciones para comerse la noche, y lo que se tercie, beberse hasta el agua de los floreros, vociferar hasta quedarse sin voz, mear en las calles, arrasar con el mobiliario urbano y con su dignidad, entre otras cosas.
Otros vienen en son de paz. Vienen a estrenar sus cámaras de vídeo -aunque la mayoría se vuelva sin ellas-, a saciar sus irrefrenables arrebatos consumistas, a lucir sus tatuajes y piercings en la Barceloneta, a celebrar despedidas de soltera low cost y actividades por el estilo. Últimamente, también vienen a ver la Sagrada Familia, por aquello de las obras del AVE. Saben que cualquier día puede ser el último.
Otros vienen por decir que han estado, porque, a pesar de la buena señalización del parque temático y de los cinco kilos de guías y mapas que llevan a cuestas, algunos no saben ni dónde están. El otro día en Plaza de Catalunya una pobre francesa completamente desnortada preguntaba al resto del rebaño: On est dans quelle ville? Y no me extraña. Si es que los sacan de los cruceros medio atontaos de jugar al paddle en alta mar, les estampan una pegatina con un número, como a un jamón envasado al vacío, y una señorita, que probablemente nunca haya pisado Barcelona, los teledirige Rambla arriba. En qué ciudad estén es lo de menos. Cuando vuelvan a sus hogares enseñarán las toneladas de fotos, las mil horas de vídeo y dirán de carrerilla con aire interesante que han estado en Mónaco, Barcelona, Atenas, Roma y Dubrovnik.
Y mientras este tipo de humanos prolifera en las calles de Barcelona, yo me pregunto qué pintamos nosotros en medio de una ciudad hecha a medida para el turista a nuestra costa. Si el respetable Señor Hereu quiere que nos vayamos para que los visitantes puedan pasear a sus anchas y tengan más pisos para alojarse que lo diga. Sobre todo que lo diga antes de que nos obligue a ir a la compra bailando una sardana cual Mickey Mouse con barretina.
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Me ha encantado Cris! Toda la razón del mundo, no puedes caminar por el centro ni de dia ni de noche sin encontrarte fuera de lugar...incluso hay bares en los que sólo te atienden en inglés!
ResponderEliminarPor no decir que la policia es mucho más permisiva con ellos que con los autóctonos!
En fin ya veremos a donde vamos......
Un besito,
Marta.
Brava Cris! Tan verídico como la vida misma... especialmente para los que viven en el gótico de Barcelona!! En Roma, por ejemplo, también hay un montón de turistas de paso, pero en ningún momento se convierten en más importantes que los romanos, ci mancherebbe (faltaría más)!!
ResponderEliminarBSS,
Marta
eso, y si no que nos lo digan a los fans de "yo también odio la baguetina catalana" (esa tiendita tan molesta que podría definirse entre badulake esterilizado y urna alimenticia recalcitrante). Bien por ti...
ResponderEliminarLos "desnortados" acabaremos siéndolo los desconcertados habitantes de esa Barcelona escaparate, farisea, especulativa y ultracongresista de la nada que describe Jara Voxx. Por no mencionar que Barcelona está al borde de convertirse para los turistas de paso y los estacionarios (amén de numerosos autóctonos) en una especie de "casa de barrets" (o prostíbulo) que a uno le hace acordarse de La Habana de Batista (y penosamente la actual), aunque uno nunca estuvo ni haya estado allí. Y por no hablar de ese tufillo a grandiloquencia y delirios de grandeza municipales que parecen querer administrar y urbanizar una ciudad mediterránea mayormente humilde (para la mayoría, no para los Prenafetas y los Alavedras, etc.) como si fuera Zúrich, Viena o Amsterdam (con sueldos que son la mitad que en dichas ciudades y precios muy semejantes). Y la verdad es que, como urbanitas, dan ganas de irse a vivir a otro sitio, por ejemplo a Amsterdam o Viena o Zúrich , y poder por fin disfrutar de Barcelona como un destino para un "weekend" majo, de esos que se cuentan a los amigos crápulas cuando uno regresa. A los otros siempre se les puede decir que uno vio unas exposiciones fantásticas, como la dedicada a los delincuentes de los años 80 o la titulada "Modernologies" del Macba (título ya en sí despectivo o denostador), expo aún vigente, cuando ya no hay nada que sea moderno). El dicho de "Barcelona es bona si la bolsa sona" se diría que vuelve a tener más sentido que nunca... Snif y ¡pim pam pum fuego!
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