Por Sergio Aguilar
Este miedo es un miedo sencillo,
miedo blanco. Estando junto a ti,
cuando todo es bello en su quietud,
temo que se detengan nuestros pasos,
o que nos abisme de nuevo
en ese horror sencillo
el sólo pensamiento
de que no hay ya futuro ni justicia.
Y si al quedar unidos
en nuestros ojos nada un silencio,
empapados, jadeantes, ciegos blancos,
mil miedos gritarán gozosos
como sortilegio contra la muerte.
También de esa materia están hechas las faltas.
Este miedo es un miedo que teme
perder tanta belleza,
tan prístina y oscura
que ya no se descifra con palabras.
Cada palabra nos deja su surco,
su marca en los cuerpos que hablan por ella.
Es un miedo, al fin, tan sencillo
como la oscilación de un balancín
que se llora cuando se aleja
y que en su huida inicia su regreso.
Y si no hay objeto, no hagamos nada.
Esperemos tan sólo poca cosa
de cada gesto, palabra y silencio.
Y temamos tan sólo, sencillamente,
a dejar de creer en esta maravilla.