Iñaki Gabilondo estrenaba ayer el nuevo programa «Hoy», en CNN+. Como es habitual en estos casos, hubo declaración de intenciones: convertirse en el magazine informativo de referencia sobre la actualidad política, económica, social, cultural y deportiva del país. Y uno se pregunta ¿por qué no sobre la actualidad gastronómica y del corazón también? Todo se andará, y si el público lo demanda, quien sabe si le harán un hueco hasta a Iker Jiménez y su legión de fantasmas.
Este furor informandis pantemático de los magazines televisivos se nos vende hoy como «rigor» informativo, pero parece más bien un ictus con rígor mortis en la labor periodística audiovisual: dar fe de todo, y de todo mezclado, para no profundizar en nada... El refrán dice que quien mucho abarca, poco aprieta. Pero, en el periodismo televisivo, ¿a quién le interesa otra cosa que los shares de audiencia? (¡Uy!, qué curioso, el corrector ortográfico del Word corregía esto último por «zares de audiencia».)
Y bien, el programa iniciaba su andadura así, tan blandamente. Gabilondo, argumentando que el clima económico y político está caliente, justificó que, en su debut, el programa «Hoy» sólo contuviera dichos temas. Por supuesto, es probable que algunos contertulios aportaran algún punto de vista interesante o valioso (muy pocos), pero la «voz» editorial del programa (encarnada en Gabilondo) se recreó, por ejemplo, en lindezas como que las encuestas de popularidad sobre los líderes políticos (actuales y pasados) realizadas en momentos de crisis son, sin duda, muy pertinentes para hacer análisis político y entender la realidad del país. Dedicó bastantes minutos a tal cuestión, restándolos a posibles aportaciones de verdad informativas; un ejemplo más de que el análisis político parece pasar por el vedetismo de los políticos, jaleado por destacados líderes de opinión como Gabilondo y otros muchos (asimismo entregados a su particular vedetismo, el de chupar cámara). Gabilondo incluso llegó a destilar esta gran aportación al análisis político: «...un cambio de Gobierno sería útil para “ilusionar” a la sociedad”, dijo. Y uno se pregunta si ilusionando a la sociedad se puede salir de una crisis como ésta o si tan sólo sirve para poner más velos ante los ojos de los ciudadanos. Ya puestos, si así fuera, para qué necesita la sociedad a los políticos y los administradores de la cosa pública; bastaría con revivir a Gabi, Fofó, Miliki y Milikito.
Gabilondo, en la entrevista realizada a José Bono, seguía intentando él mismo insuflar esa ilusión y optimismo a los espectadores. Y al finalizar la charla con el actual presidente del Congreso de los Diputados, el periodista sentenció: «Esto es lo que necesitamos de usted... escuchar[le] para entender...». Acompañando tal declaración con una sonrisa tan cómplice que dejó alguna duda sobre qué era eso de «entender». Claro que Bono también estuvo muy en su línea de ir de «sobrado». En un determinado momento se expresó así: «Ahora que le hablo...[a Gabilondo]». No dijo «ahora que hablamos», no; es ÉL quien habla a los demás, y eso que, según manifestó, ya ha «renunciado a ser obispo», quizá porque quiere ser Papa, y no papá, que eso ya lo es, y hasta se le cae la baba aún por su primer nieto, nacido el pasado junio.
El ínclito Bono nos dejó varias perlas más. «Ahora tengo la fama de ser árbitro [...], pero yo soy de los míos [...] no hay que tomar partido». Aquí se ve su pasión por cerrar filas (¿uno de los míos o «uno de los nuestros»?) y su espíritu corporativo de lo que lleva entre manos, aunque él mantenga que «no hay que tomar partido». Lo dice ÉL, Don José Bono, quien asegura tener fama de árbitro. Otra perla: «No todas las horas son horas de elecciones, y ésta es quizá la de ser “ejpañoles”, la de arrimar el hombro, porque de ésta salimos». Quien duda que a muchos españoles les gustaría arrimar el hombro, pero es que hay ahora 4.326.000 parados. Cabe preguntarse por qué no se bajan los sueldos algunos políticos y altos cargos, para arrimar el hombro...
Otras aporías (quizá retruécanos) de las suyas fueron: «No todos somos miméticamente indiferenciables [...]. No hay que confundir lo diferente con la igualdad». La primera, sobre todo, tiene su miga semiótica, como si Bono fuera un alumno aventajado de Wittgenstein (quien, por cierto, mantuvo que «de lo que no se puede decir nada es mejor callar»). Y todo esto para acabar apostillando que «lo verdaderamente hermoso es la igualdad de todos los seres humanos». ¡Bono! ¡Boníssim! He aquí la esencia ya no del tan traído y llevado «buenismo», sino del más revolucionario «bonismo».
Y de sus votos a su «Ejpaña», qué decir: «La España importante es la de nuestros hijos...» (refiriéndose a las políticas anticrisis de largo plazo, cuando las de los socialista han sido hasta aquí más bien de cortísimo plazo). Es decir que los que no tengan o vayan a tener hijos ya pueden ir perdiendo toda esperanza de ver una «Ejpaña mejor»... Para ellos siempre habrá crisis, y España no es importante. A estas alturas de la entrevista, a Bono le sudaba el surco nasolabial, y los ojos, inyectados y disparados, mostraban claros síntomas de agotamiento de tanta «claridad y moralidad», cosas ambas que reclamó al mencionársele el tema de la aceptación, por parte del CGPJ, del tramite de suspensión cautelar a Garzón. Del juez, dijo Bono: «[Garzón] fue diputado nuestro» (otro de los nuestros). Aunque también dedicó sus elogios a Penélope Cruz («Uno de los rostros más amables de “Ejpaña”») e incluso, aunque parezca encerrar un doble sentido, también a Guardiola: «El Barça, con Guardiola, hace mucho por Catalunya»; no por «Ejpaña», claro. Se le quedó en la lengua decir que el «Villarato» está favoreciendo al Barça. Curioso lapsus fue también el que tuvo sobre este surrealista tema del «Villarato» (surrealista porque el espaldarazo del Barça a la presidencia de Ángel María Villar en la Real Federación Española de Fútbol fue hace ya seis años). Con su desparpajo habitual, Bono señaló que le parecía baladí si los «árbitros favorecían o no al “Villarato”...», y Gabilondo se apresuró a corregirle: «No, no... Es el “Villarato” lo que favorece a los árbitros». ¡Ay, Cámara Baja mía!, ¡en qué mala hora te pusieron un presidente que dice tener «la fama» de ser árbitro!
No hay comentarios:
Publicar un comentario