Ilustración Blanca Nieto
Escrito con nocturnidad y alevosía a cuatro manos y dos cabezas conectadas por las máquinas supresoras del espacio Madrid-Lyon.
Por Geka y lAcRiS
En el capítulo anterior, lAcRiS estaba a punto de apretar el gatillo, hacer un bonito mosaico rojo y blanco a juego con los ropajes de PN y acabar con este cuento sin sentido cuando los renos, liderados por Rodolfo el beodo de la nariz roja, consiguieron desarmar y maniatar a nuestra ahora indefensa protagonista.
¡¡PLACA!!
¡Mierda! Es mi sangre la que tiñe de rojo la nieve. Me sangra a menudo la nariz. Es por el frío polar, me digo a mí misma para tranquilizarme.
¡PLACA! El cabrón me pega tan fuerte que acabo desplomándome sobre la nieve.¡PLUMB!
¡PLACA! El impulso del tercer guantazo le hace resbalar. ¡SLIP! Consigue levantarse a duras penas. Se sacude la nieve de arriba abajo. Levanta despacio la cabeza. Veo su cara desencajada. Su cinismo e ironía se han transformado en cabreo de borracho contrariado.
-¿Dónde has metido el vodka?, grita tambaleándose mientras le miro desde el suelo. ¡Seguro que te lo has pimplao todo, reno de mierda!
Por un momento pienso que se dirige a mí. Pero, si yo soy abstemia y llevo ocho días sin fumar, pienso. Rodolfo, el beodo de la nariz roja, corre hasta el trineo en busca de botellas. Papá Noel se acerca nervioso y se pone a rebuscar entre los paquetes.
Si lo sé monto un botellón y los ahogo en alcohol. Los pensamientos cruzan por mi mente mientras mi nariz sigue sangrando. ¡OUCH! No siento el lado izquierdo de la cara. Debo tener la manopla de PN marcada de por vida en el cachete. Me duele la cabeza. El pecho me vibra. ¡Voy a morir!
Ah, no, es el móvil. Hago la croqueta para presionar el botón. Funciona.
-¿lAcRiS? Soy Baltasar.
- ¡Joder, ya era hora! ¿Dónde cojones os habéis metido?, le grito en un susurro.
- Pues en medio de un supercontrol en el aeropuerto de Tel Aviv rodeado de polis psicópatas.
- ¿No jodas?
- Con esto de que venimos de Oriente… ni reyes, ni estrella fugaz, ni regalos, ni ostias. ¡Estoy harto, antes me tomaban por un camello y ahora por un suicida de Al Qaeda!
- No os dejéis achantar, que sois los legendarios Reyes Magos...
- Sí y terroristas en potencia. Bueno, al menos yo. El irlandés y el judío no tienen problemas. ¡A mí me han hecho pasar por el escáner corporal siete vez y abrir todos los paquetes!
- Oye, no tengo tiempo, necesito tu ayuda. El Gordo está más borracho que nunca, ha conseguido reducirme y no paro de sangrar -digo de carrerilla mientras le veo dar el último lingotazo al vodka-.
- Mierda, pues estoy yo como para echarte una mano.
- ¿Y Melchor y Gaspar?
- Puah, ¿esos? Pues imagino que el judío estará volando en primera clase con los regalos de los niños palestinos y el irlandés, no sé, andará en su despacho, vamos, en alguna taberna, con eso de que ahora es el presidente de Borrachos sin Fronteras. ¿Sabes?- me dice bajando la voz- creo que en realidad le gustaría trabajar con el Gordo, por lo del pimplaque.
- Oye te cuelgo, le anuncio con prisa mientras PN se da la vuelta.
-Tú, imbécil, ¿con quién hablas?, vacila, no sabe si cabrearse o aprovechar la coyuntura. Aprovecha: ¡Sea quien sea, dile que nos traiga alcohol!
-Era Baltasar – replico con un tono de amenaza absurda-.
-¡Joder con los moros otra vez! ¡Pero si encima no beben!
Tengo diez segundos para desatarme, encontrar mi arma enterrada en los dos metros de nieve y darle la vuelta a esta historia. Rebusco en el frío mientras PN rebusca entre los regalos. Dejo de sentir las manos. Ni rastro del arma. PN se aproxima.
Menos mal que las madres son sabias. La mía me enseñó que uno siempre debe llevar un cutter encima. Jamás dijo que pudiese servir para matar a Papá Noel, pero sí que servía pa' arreglar tanto un roto como un descosío. Lo utilizo para rasgar la correa de los renos con la que me tienen atada. PN se acerca. Mierda, la cuerda es demasiado gruesa. Está a tan sólo dos pasos de mí. Los ojos le hacen chiribitas.
-¿Oye, el negro estaba con Gaspar, el irlandés? –me pregunta. Niego con la cabeza-. Vaya. Ese es el único que vale la pena. No sé qué hace con esos abstemios. ¡Traed vodka! –le ordena a los renos-.
Los animales corren en busca de un paqui abierto –no saben que es demasiado tarde, la ley seca en este país empieza a las 10 de la noche.
De nuevo a solas el Gordo y yo. Frente a frente. PN oscila. Se enciende el decimosexto pitillo de la noche. Tose. Parece que va a echar los pulmones por la boca. Le cuesta estarse quieto. Aprovecho para seguir cortando la correa. Ya casi está. Pero..., ¿qué hace? Saca un enorme calcetín rojo. Me mira fijamente. Escupe. ¿Qué coño es eso? Veo varias sombras moverse en las cercanías. ¡No, espera! ¡FLAS! Me mete la cabeza dentro del calcetín: apesta. ¡Quiere asfixiarme!
¡FLUS, FLUS, FLUS!
Sacudo la cabeza para zafarme de la pestilente media, logro cortar la correa y me pongo en pie de un salto preparada para su próxima arremetida. Pero...,¿qué ven mis ojos?
PN yace boca arriba en el suelo: ¡las pajas de Baltasar han acabado con él! –sabed que Baltasar en lugar de pajes tiene un harén-. Tres pajas han bastado para acabar con el perverso PN. Todavía oigo su respiración entrecortada. CRIC. Saco la cuchilla del cutter al máximo. Mierda, los renos otra vez. Las pajas se ponen en círculo preparadas para el combate. PN empieza a recobrar el sentido. Es el momento, ahora o nunca.
¡ZAS!¡NOOOOOOOOOO!¡Maldito crío!
¿Pero, qué haces en la calle a estas horas? Le increpo. “Ir a por churros, como todos los domingos” –contesta resabido el chaval-. Los renos, PN y las pajas se han esfumado como por arte de magia. ¡NOOOOOOOOO! El niñato de los churros ha hecho que desaparezcan. No me lo puedo creer. Tendré que esperar otro año para circuncidarle la garganta a ese gañan.
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