viernes, 9 de octubre de 2009

UNA DIGRESIÓN

¡Veo que no has cambiado!- le grité con retintín desde la acera de enfrente del bar donde habíamos quedado. ¿Por qué iba a cambiar ahora si no lo había hecho en años? Como de costumbre, llegaba tarde. No cinco o diez minutos. No. Media hora. Supongo que si hubiera cambiado en los tres meses que llevábamos separados me hubiese preocupado. Había decidido esperarlo en medio de la calle con todo el frío de diciembre, mucho más frío que otros, y mi gorro parisino. Pensé que si me encontraba en el bar tomando una caña daría la impresión de que aquella media hora de espera no había sido tan grave. Y, en realidad, no lo había sido pero odiaba aquella incapacidad suya de llegar a la hora prevista. Una horrible costumbre que siempre lograba suplir con una gran inventiva para las excusas y su gran sentido del humor. En aquella media hora había aprovechado para visitar nuestro ex barrio. Nuestra ex casa. Nuestro ex bar de cabecera. El bar donde nos habíamos conocido 15 años atrás. Ahora era rojo y había cambiado de dueños. Como nosotros.

1 comentario:

  1. Muy bonito. Menos mal que el bar ha vuelto a ser comprado por los de "siempre". :-)
    Mamen's VOXX

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