lunes, 17 de enero de 2011

INDECISIONES

POR SERGIO AGUILAR


Ya habían decidido quién se quedaría cada cosa: cada libro, cada disco, cada DVD, cada electrodoméstico, cada mueble..., excepto la cama y el sofá. Sobre eso aún no habían llegado a un acuerdo, no se decidían. Ambos querían, o así lo decían, quedarse con el sofá de terciopelo. A ella, en cierto modo, le parecía que tras cinco años juntos, quedarse con la cama le traería demasiados recuerdos. A él, por su parte, no le entusiasmaba aquella cama de aristas rectas y afiladas, aunque nunca se lo había dicho. Para él, el sofá era, así se lo dijo, el lugar donde más había disfrutado haciendo el amor con ella, y no le suponía ningún problema que le trajera recuerdos, ya que en todo caso eran buenos recuerdos.

Lo que estaba claro, y en eso coincidieron los dos, es que al parecer a ambos les asustaban los malos recuerdos. Y así fueron conversando esa tarde durante largo rato. Abrieron una botella de vino y fueron hablando y bebiendo hasta que, sentados en el sofá, comenzaron a decirse cosas amables, casi dulces, a besarse y acariciarse con una ternura que ya creían perdida. Luego comenzaron a hacer el amor allí mismo, y poco después ella se levantó apresuradamente y, entre risas, se fue al dormitorio, adonde él la siguió enseguida, encontrándola sobre la cama en una postura tan familiar en ella que le trajo un montón de recuerdos, de buenos recuerdos.

Meses después aún seguían sin decidirse, y años después también. Pero algo había cambiado.